Crónica Trece

Como dice el refrán: «Martes y Trece, Crónica Trece«. De modo que aquí estoy de nuevo, con la primera de la que será una serie de crónicas centradas en el Cambio Climático.

Ya sabéis, como lo más importante es el crecimiento económico, nos hemos puesto como locos a transformar todo en dinero y, a su vez, a hacer que ese dinero se transforme en más dinero. Así, hemos transformado el petróleo en dinero, los árboles en dinero, las playas en dinero, el suelo en dinero, ahora estamos transformando el agua en dinero… incluso hemos transformado la basura en dinero, y no lo digo solo por la televisión, sino también por todo el negocio que gira en torno al reciclaje.

Todo eso tiene algo en común: Son cosas materiales y, al fin y al cabo, es fácil comerciar con ello, solo hay que ponerle un precio. Pero el ser humano no se detiene, y ha encontrado fórmulas para transformar en dinero cosas inmateriales. De este modo, los grandes comercios han transformado las fiestas en dinero, la ilusión de los niños en dinero o el amor de las parejas en dinero (mañana mismo volverán a hacerlo). Las agencias de seguros transforman el miedo y la impredecibilidad del futuro en dinero, las cadenas de televisión han logrado convertir en dinero el morbo y la intimidad, las compañías de móviles transforman la distancia y la amistad en dinero (por no decir que transforman directamente la adolescencia en dinero) y algunos empresarios saben transformar el hambre y el instinto de supervivencia en dinero.

Gracias a todas estas transformaciones, junto al ya tradicional cambio de dinero por más dinero, la economía mundial (del primer mundo, se entiende) en general y la de España en particular va de máximo histórico en máximo histórico. Pero claro, cualquier persona que no aspire a entrar en la Facultad de Ciencias Químicas sabe que el proceso de transformación de una cosa (por muy inmaterial que sea) en otra no tiene un rendimiento del 100%. Esto, llevado a la práctica, significa que todos los procesos descritos anteriormente generar «residuos» o «productos secundarios». Por ejemplo, en la transformación de petróleo en dinero se desprende CO2, al transformar los árboles en dinero se generan zonas desérticas, en la transformación de la ilusión de los niños en dinero se generan suspensos y acoso escolar y en la transformación del hambre en dinero se genera delincuencia.

Es por esto que, mientras la economía sube y sube la contaminación hace lo propio y estamos alcanzando unos niveles inconcebibles, que a su vez llevan asociado un Cambio Climático que, con paso lento pero firme, nos los está poniendo «de corbata». Por ese motivo, hace años se reunieron los que llamamos «dueños del mundo» en Kyoto para buscar soluciones. Una de estas soluciones fue reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera. En principio parece una buena idea, pero eso supondría reducir la creación de dinero, por lo que algunos países no estuvieron de acuerdo. Los demás, los que firmaron, acordaron reducir estas emisiones… bueno, en realidad no acordaron reducirlas, sino que aplicaron el «Método Vivienda» y en vez de reducir las emisiones, decidieron reducir la tasa de crecimiento, es decir, que decidieron aumentarlas, pero menos. Así, a España, por ejemplo, se le permite incrementar sus emisiones en un 15% respecto a 1990.

Pero se pasan, claro. En la actualidad emite ya un 52% más que en 1990, y aquí es donde sale la vena comercial y se han puesto a comprar derechos de emisión. Esto significa que los países que «podían» emitir un 15% más y solo emiten un 10%, por ejemplo, venden los derechos de ese 5% a los países que se pasan. Pero señores, ¿a qué estamos jugando? Si hay países que lo han hecho mejor de lo esperado, aplaudámosles, pero no estropeemos su labor. Es como si se considerara el fracaso escolar como un problema, se pusiera como objetivo que todos los alumnos llegaran al 5 para erradicarlo, y que los que sacaran un 8 vendieran los «derechos» a los que sacan menos de 5. Pues España, que está suspendiendo Kyoto, está comprando puntos a los países que tienen buena nota.

Señores de corbata, el 15% es solo un límite del que no debería pasarse, no es el objetivo. El objetivo es el cuantomenosmejor%. Y, ya puestos, me gustaría hacerles una pregunta para mi desarrollo profesional: ¿Cómo les explico a mis alumnos que el objetivo no es sacar un 5, sino el adquirir unos conocimientos, y cuanta más nota tengan, mejor? O esta otra: En un mundo de chiste, ¿cómo pretenden que nos tomemos algo en serio?

6 respuestas to “Crónica Trece”

  1. Ángel Encinas Says:

    Magnífico post, David. La aplastante lógica del final pone en su sitio las graves limitaciones del tratado de Kioto. Y, fíjate lo dificil que es convertirlo en acuerdo planetario, con la ausencia del Gran Contaminador. Mientras la riqueza de un país se mida por el gasto, y la publicidad ayude a mover la meezquina máquina devastadora con inconsciente frenesí, el futuro del planeta lo tenemos negro. Una economía que descansa sobre el pillaje y el saqueo de todos los recursos, humanos y naturales, nada tiene que ver von lo que significa originalmente el término «economía»: la sabia gestión de los recursos de una casa.

    Un abrazo. Ángel

  2. da-beat Says:

    Lo que dijimos, Ángel: a estas alturas, ¿qué tiene de malo la energía nuclear?

    Por cierto, actualízame en un rato el enlace de tu página, que aun está a livejournal, y añade otro, porque ya he creado el Blog de NoSoloMates. Ya se dan las circunstancias para enlazar estas Crónicas con él y con la web NOSOLOMATES. He puesto los enlaces y esta noche pondré un post.

    Un saludo.

  3. Juanjo Muñoz Says:

    No veo el problema da-beat. Ya tendrán preparados millones de cacharritos tecnológicos que nos venderán para poder sobrevivir y pagaremos en cómodos plazos. Supongo que debe haber Zara, El Corte Inglés, Microsoft, etc, en otros planetas, y ya tendrán las tiendas a punto de inaugurarse. Lo que no sé yo es si esto se puede llamar suicidio colectivo o genocidio. Últimamente creo que hay un poco de las dos. Por si acaso, el que pueda, que vaya guardando algo de oxígeno en su Banco de Oxígeno, que, por supuesto podrá sacar por cajeros automáticos para poder ir respirando de vez en cuando por la calle.
    Saludos.

  4. da-beat Says:

    En mi caso, empezó siendo genocidio, pero ahora me inclino más por el suicidio. Me ha salido mi vena egoista y, oye, no veas lo que tiene que fastidiar que te mueras y solo 20 años después, se mueran todos los demás. Si esto se va al traste, yo quiero verlo!

  5. Holden Caulfield Says:

    Me estreno en tu magnífico blog. Cuánta razón llevas.

    Lo que más me fastidia es que desde los medios se nos diga a la gente «de la calle» que tenemos la culpa por nuestros hábitos, cuando nosotros somos simples títeres del sistema. Si los que tienen poder para cambiar las cosas no lo hacen, que no nos vengan con historias.
    Más rabia da cuando salen noticias como las de los beneficios anuales de los bancos… que empleen esos beneficios para luchar contra el cambio climático… aunque desde hace tiempo pienso que ya no hay marcha atrás.

    Señores políticos, hagamos lo que hagamos, para frenar las emisiones (y los demás daños en general) hay algo evidente: debemos reducir la población a escala mundial!! Si al ritmo que van las cosas predicen que en un corto plazo de tiempo seremos 9000 millones, no valen para mucho protocolos como el de Kyoto.
    Yo contribuiré no teniendo prole, jajaja.

    Coincido plenamente, ya que no vi el principio, quiero un lugar en primera fila para ver el final.

    Saludos.

  6. da-beat Says:

    Bienvenido, Caul.

    No voy a comentar mucho lo que dices, porque ese es precisamente el tema de la segunda crónica sobre el Cambio Climático, que escribiré mañana si es posible.

    En cuanto a lo de la superpoblación, sí que es un problema y, viendo el panorama mundial a traves de los informativos (guerra, hambre, terrorismo…) nadie diría que en el mundo hay más amor que odio pero ya ves, hacemos más personas que matamos. No quiero dar ideas…

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